Cuando éramos chicos también había censos. Cuando llegaban esas fechas, una de las preocupaciones era tener lista la taza de café para mitigar el cansancio de las docentes que venían con la artillería de preguntas.
En cada hogar cabía también la inquietud de responder lo más rápido posible para mitigar la espera del vecino y para que la jornada del censista fuera más corta.
Este nuevo censo 2022 que viene volando bajito, aterrizará el miércoles en un país diferente. Muchas de las inquietudes de los vecinos es cómo evitar que entren en sus viviendas porque temen que el que toque el timbre no sea, precisamente, alguien vinculado al censo. Incluso desconfían de que puedan ser falsas la vestimenta y alguna credencial que pudieren mostrar.
La inseguridad es una sensación. Esa es una sentencia grabada a fuego, especialmente por las autoridades, pero también es la descripción de lo que vive el ciudadano.
El censo también llega en una época donde tampoco está muy despierta aquella solidaridad con el vecino, que intentó despertar en la pandemia y que se fue aletargando hasta caer en una grieta inevitable. Se viven tiempos enrejados y muy distintos a los que teníamos cuando éramos niños.
Hay quienes aseguran que tienen miedo de abrir la puerta. Y, justamente, los censos buscan entrar al hogar. Conocer lo que hay adentro. Necesitan ingresar al interior de la sociedad para dejar sentadas las bases sobre las cuales los próximos gobiernos (sean del color o de la idea que fueren) puedan tomar las mejores decisiones para todos en los próximos 10 años.
Los censos tienen distintos protagonistas, pero el personaje principal es la pregunta. Las preguntas son esenciales en la vida misma. Sin ellas todos estaríamos quietos. Nada se indagaría y poco se profundizaría. Pero hay preguntas que no nos llevan a ningún lugar: eso ocurre cuando se interroga sólo para conseguir respuestas queridas. En ese limbo parece haber quedado entrampado el Censo de esta década.
La respuesta
El diccionario dice que la respuesta es la satisfacción a una pregunta, duda o dificultad. También propone que es la contestación a quien llama o toca a la puerta. El cuestionario propuesto para el miércoles no parece muy ambicioso. Se conforma con algunos datos, pero no profundiza.
Será difícil escudriñar para saber, por ejemplo, cómo evolucionó la educación. En otros países preguntan por la formación que alcanzó el padre y el abuelo. De esa manera se podrían proponer políticas para corregir rumbos o para confirmarlos.
Tampoco se conocerá si estamos dispuestos a separar residuos, algo que reclaman las nuevas generaciones y que muchos políticos tratan de fomentar. Pero no hay preguntas sobre eso, como tampoco sobre los espacios verdes que rodean al barrio o la cercanía de escuelas o la misma forma en la que se trasladan los ciudadanos para ir a trabajar. Hoy los tucumanos se mueven de un lugar a otro, pero no son respetuosamente trasladados por el estado de las calles y por la situación por la que atraviesan las empresas de traslado.
Es tanto el cuestionamiento que tiene el transporte público que algunas respuestas serían fundamentales para reprogramar o repensar esa entelequia. El transporte púbico ha dejado de dar tranquilidad: se reduce a un puñado de subsidios y a una falta de respeto para los más necesitados.
Tampoco este censo indaga sobre lo que ganan los argentinos, ni sobre los ruidos molestos que hay en los alrededores, ni sobre la delincuencia de la zona, ni sobre la accesibilidad que pudiera tener el barrio.
Todas estas preguntas figuran en otros censos recientemente realizados en otros países. Esas respuestas podrían ser fundamentales para planificar el futuro, pero ante la duda de no recibir respuestas “satisfactorias” por las implicancias que tendría un cuestionario así, no se conocerán. La erotética que se ocupa del análisis de las preguntas pareciera ser una de las materias pendientes de este Censo 2022.
Demasiado largo
Hay quienes argumentan falazmente que hacer demasiadas preguntas sería contraproducente porque afectaría el trabajo del censista, la paciencia del vecino y por lo tanto el nivel de confiabilidad del censo. En aquella época en la que la pava tenía el agua caliente lista para el docente que entraría a la casa se hacían dos cuestionarios: una corto para la mayoría de la manzana de ese barrio y dos o tres largos para determinados vecinos que se elegían al azar. Después se aplicaba la proporcionalidad para tener resultados certeros.
El mal ejemplo
Esta semana que nunca más volverá vivió un hecho trascendental. Mientras en el Poder Ejecutivo y en el Legislativo siguen ensimismados en la disputa de sus inquilinos, la Corte Suprema de Justicia de la Nación salió de sus señoriales despachos y se trasladó a Rosario. La ciudad santafesina fue siempre pionera en el país. Su orgullo la hizo pelearle protagonismo al puerto de Buenos Aires. También enseñó a no darle la espalda al río e incorporarlo a su vida. Y hasta le robó la centralidad a Santa Fe de la Veracruz, la ciudad capital, para disputar poder contra la mismísima Córdoba. Sin embargo, hoy Rosario está sumida en la impunidad y en violentas peleas de gánsteres de la droga; y se ha convertido en el emblema del miedo donde la vida cada vez vale menos. El presente rosarino no es para sentirse orgulloso y se convierte en el mal ejemplo de todo el país.
En sus interlocuciones, el vocal de la Corte Ricardo Lorenzetti destacó que la falta de políticas de Estado ha derivado en lo que él llamó una “tragedia institucional”. Y propuso abordar una política integral o sistémica y permanente.
Mientras ideas como estas se escuchaban en Rosario, el presidente de la Nación se preocupaba por encontrar las mejores palabras para que su relato de la realidad Argentina sea lo más creíble posible. Se sorprendió más de la cuenta cuando advirtió que las principales preguntas que le hicieron estaban referidas a su relación con la vicepresidente. Es que indudablemente, al tomar distancia, debe haber podido comprender que para el país la disputa es mucho más grave de lo que desde el poder se considera.
Al mismo tiempo, Cristina, en su rol de presidenta de la Nación, se trasladó a su casa en el sur del país como si el piloto automático pudiera resolver los intríngulis argentinos. En tanto, el diputado Máximo Kirchner y sus adláteres seguían tratando de dejar en la banquina del poder al ministro de Economía, Martín Guzmán.
La oposición tampoco hace sus esfuerzos. También está en la pelea por dirimir sus internas y sus candidaturas, ni siquiera sus liderazgos para transformar el país. Los principales dirigentes políticos parecen demasiado pacientes con las urgencias de la ciudadanía. En sus intervenciones anuncian que las soluciones llegarán cuando los argentinos pongan los votos en las urnas, pero mientras para los dirigentes es poco tiempo lo que falta, porque a más tardar en febrero tienen que estar listos los candidatos, para los argentinos que no saben cómo llegar a fin de mes falta una eternidad para llegar a los próximos comicios.
Por eso, los miembros de la Corte dieron un ejemplo al tomar cartas en el asunto. “La idea es que todos tenemos deseos de tener otro país, de tener principios, de mejorar y de solucionar problemas para que no haya distancia entre la ciudadanía que sufre por no ver resultados en las instituciones”.
Ser o no ser
En Tucumán, el gobernador de la provincia mientras dure la ausencia de Juan Manzur, Osvaldo Jaldo, esta vez ha sido sincero y realista (cualidades que escasean en el discurso político) cuando advirtió: “para no ser Rosario, debemos actuar rápido”. Jaldo convirtió en una cruzada personal que se termine de poner en vigencia la Ley de Narcomenudeo. Habrá que ver si esa premura del gobernador es acompañada por los distintos estamentos y poderes del Estado.
Curiosamente, el Censo 2022 no tiene preguntas sobre esta preocupación que tiene todo el país. El consumo de droga o la posibilidad de identificar los entornos malditos que la promueven no aparecen ni por casualidad en el cuestionario que cargarán los censistas.
La Corte Suprema de Justicia está intentando apoyar a los magistrados que pueden ponerle un freno a la mafia de la droga. Las autoridades de las provincias están buscándole la vuelta al flagelo. Pero al mismo tiempo, el dealer que está ocupándose de repartir muerte se va convirtiendo lentamente en el proveedor de soluciones en el barrio, tarea que antaño tenía el puntero político.
Mientras todo esto ocurre, no hay preguntas sobre el tema, como si nadie quisiera escuchar respuestas para seguir quietos, sin acciones.